Hay bodas que no se olvidan, no solo por lo que ocurre delante de la cámara, sino por todo lo que hay detrás de ella.

La boda de Adri y Clara en Torre del Pino (Zaragoza) fue uno de esos días que marcarán para siempre mi memoria. El viernes, justo 24 horas antes de su gran día, me despedí de mi abuela. Una pérdida profunda, de esas que te dejan sin aire… pero también con una certeza: tenía que estar allí, en la boda de Adri y Clara, con mi cámara, con el corazón roto pero con el alma llena de propósito.

Porque cuando decides ser fotógrafo de bodas en Zaragoza, no solo haces fotos. Acompañas, sostienes, observas con cariño y entregas recuerdos eternos. Y eso es exactamente lo que nos mueve. Os aseguro que la labor del fotógrafo es algo más que lo que vemos en redes sociales. 

Adri y Clara lo entendieron desde el principio. Desde que Moliner les habló de nosotros, supieron que no buscaban solo unas imágenes bonitas. Buscaban a alguien que pudiera contar su historia con verdad, con emoción y con compromiso real. Y ahí estuvimos, junto a mi compañera de vida, Raquel. Y la incombustible Tati, dejándonos la piel como siempre.

Torre del Pino fue el escenario donde todo tomó forma: una finca con carácter, sin florituras, que acompañó sin robar protagonismo. El catering de José Fernández no falló: buen ritmo, comida de calidad y un equipo que lo pone fácil, como debe ser en un día tan intenso.

Gracias, Adri y Clara, por confiar en nosotros, por vuestra energía, por vuestras miradas sinceras y por hacernos sentir parte de algo tan grande.

“BRUTALISIMO Los vamos a ver como 1947471 veces más ahora. Os amamos!”